martes, 4 de enero de 2011

Punto de Congelación.

Y llegas a un punto en el cual tu corazón se congela, un punto en el cual nada brilla a tu alrededor, y todo el color que anteriormente veías atravesando tan cortante tus pupilas, ahora se desvanece entre pequeñas nubes de niebla. Todo parece tan irreal y subjetivo... ya nada tiene el mismo significado que antes tenía. Una caricia, una mirada, un suspiro, un beso y un triste adiós. Las cinco cosas que transcurrieron en tus cinco últimos minutos. Trescientos míseros segundos de completa agonía, de insufrible dolor y de profunda tristeza. Sucedió todo tan deprisa que no te diste cuenta de las consecuencias que eso conllevaría, y ahora, inocente de ti, te arrepientes de lo que sucedió. Poco a poco sentiste como el escalofriante frío se apoderaba de tu cuerpo, paso a paso, centímetro a centímetro, sentido a sentido, y cómo tu corazón se enfriaba lentamente. De lo más disperso a los más concentrado, de los más tierno a lo más triste, de los más bonito a lo más horrendo, como una dulce herida en la cual la sangre no es más que sentimientos, sentimientos que se transforman y cambian extremadamente en tan solo un maldito segundo. Y de repente, tu corazón deja de latir, se ha congelado, y ya nada puedes hacer para volver atrás. Es un proceso continuo e irreversible, en el cual, una vez empezado, no puedes salir de él hasta que se apodera de todo tu cuerpo. Un proceso cruel y lento, pero sobre todo, un proceso devastador. Acaba con tu esencia, con tu ser, con lo más profundo que guardas celosamente en tu interior, con lo que no te atreves a confesar a nadie, con lo que nunca dijiste, con lo que nunca dices y con lo que nunca dirás. Ya nadie tiene la suficiente importancia para ti, ya nadie puede ayudarte, nadie puede salvarte, nadie será ya tu héroe. Y mientras sientes cómo el helador frío acaba por recorrer los últimos conductos que permanecen unidos a tu cerebro, dejando todo un fúnebre rastro de muerte a su paso, sientes cómo unas palabras viene a tu mente por última vez, unas palabras que ya no te traen recuerdos, algo que siempre te sacaba una sonrisa, unas palabras que suena en lo más profundo de tu alma, que te desgarran desde el interior, unas palabras que, mientras exhalas tu último aliento y tus pupilas se dilatan al máximo, se repite una y otra vez en tu interior: " te quiero".


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